Segunda guerra púnica (218 - 201 a.C.)
El ascenso al poder de Aníbal Barca significó el resurgimiento del enfrentamiento bélico entre Cartago y Roma. Virtual rey de los territorios cartagineses en la península ibérica, Aníbal inició las hostilidades atacando a la ciudad de Sagunto, a pesar de lo prometido por su antecesor Asdrúbal.
Aníbal sitió Sagunto, ignorando las advertencias del Senado romano; y al cabo de ocho meses, en el año 219 a.C., la ciudad tuvo que capitular y cayó en poder de los cartagineses.
La caída de Sagunto determinó a que el Senado enviara a Cartago una delegación a requerir la entrega de Aníbal; lo que fue rehusado por los cartagineses, y en consecuencia desencadenó la segunda guerra púnica; que se prolongó por otros veinte años, entre el 218 y el 201 a.C. y que dio lugar a una de las maniobras militares más extraordinarias de la historia.
La invasión de Italia
Quien tomó la iniciativa fue Aníbal. Impedido de invadir Italia por mar a causa del absoluto dominio de la flota romana, diseñó un plan militar absolutamente audaz: invadir Italia por tierra desde el norte, cruzando a través de la cordillera de los Alpes.
Teniendo los romanos el dominio de las islas de Córcega y Cerdeña obtenido al final de la primer guerra punica, y ejerciendo en consecuencia el total dominio marítimo en el mar Tirreno, resultaba totalmente imposible a los cartagineses atacar la península por mar. Por otra parte, la reciente conquista romana de la Galia Cisalpina, que tradicionalmente había sido importante proveedora de soldados a los ejércitos cartagineses, permitía a Aníbal contar con que una invasión de Italia desde el norte contaría con el apoyo de los galos recientemente sometidos y ansiosos de sacudirse el dominio romano; lo que le permitiría establecer en Galia una importante base de operaciones y amenazar directamente la ciudad de Roma.
Una expedición militar desde España hasta Italia por vía terrestre, cruzando las montañas de los Alpes, era sin duda una aventura extraordinariamente arriesgada; pero Aníbal la llevó a cabo.
A principios del verano europeo del año 218 a.C., Aníbal partió desde Nueva Cartago al frente de un poderoso ejército en el cual se integraban 12.000 jinetes de la caballería de los númidas del norte de Africa, 90.000 efectivos de infantería comprendidos los eficaces honderos íberos, y un elemento absolutamente nuevo constituído por 40 elefantes de guerra. El viaje requirió desplazarse por el territorio al norte del río Ebro hasta las montañas de los Pirineos que separan España de Francia, cruzar en ésta el territorio de las tribus de la Galia Transalpina, y cruzar el río Ródano para llegar a las estribaciones de la cordillera de los Alpes, una de las más altas del mundo, que hasta entonces nunca había sido cruzada por una fuerza militar de tal magnitud.
La travesía de los Alpes significó un enorme sacrificio, debiendo hacerse por pequeños senderos de montaña, entre la nieve blanda que enlodaba el terreno, soportando el frío y la hostilidad de los habitantes; con el resultado de que en la travesía iniciada con 90.000 hombres y 12.000 jinetes, llegaron a la llanura italiana solamente 20.000 soldados y 6.000 jinetes.
La estrategia de Aníbal de infligir una primer derrota a los romanos para ganarse el apoyo de los galos cisalpinos, resultó acertada. Los galos se alzaron contra el dominio romano, pasando Aníbal a tener el total dominio de la Galia Cisalpina.
De esta forma, Aníbal podía disponer, como había previsto, de una amplia base territorial en la frontera norte de los territorios romanos y estar en consecuencia en condiciones de llevar un ataque contra la propia ciudad de Roma. Reforzadas sus tropas con los guerreros galos, la eficacia militar de éstos
resultaba potenciada por su empleo bajo la superior capacidad de comando del cartaginés.
Las batallas de Tesino y de Trebia (218 a.C.)
Los romanos que por su parte habían preparado un ejército para invadir España y otro para atacar directamente a Cartago enviaron apresuradamente unas primeras fuerzas al norte, al mando de Publio Cornelio Escipión, hacia la frontera de Etruria, en la llanura del Po, detrás del río Arno. Escipión se enfrentó a los cartagineses sobre las costas del lago Tesino; pero fue superado por la caballería númida; por lo que debió replegarse al sur del Po, hacia las costas del río Trebia, donde se le uniría el grueso de las legiones para formar un ejército de alrededor de 40.000 soldados con lo que superaba a los no más de 30.000 cartagineses.
Entretanto, con el apoyo de los galos, Aníbal había logrado cruzar el Po más al Este, y avanzar hacia el sur.
Urgidos por lograr un triunfo sobre los cartagineses que desalentara el alzamiento de los galos, los generales romanos atacaron a una formación de caballería númida en la costa norte del río Trebia, la cual pareció huir atravesando el río; pero cuando los romanos lo cruzaron a su vez, se encontraron con un poderoso ejército en plan de batalla, precedido del cuerpo de elefantes y flanqueado por una formación de caballería a cada lado. Derrotados, los romanos debieron refugiarse en la ciudad de Plasencia.
Las batallas del lago Tesino y del río Trebia, consolidaron la supremacía cartaginesa en la llanura del Po, que quedó fuera del dominio romano.
La batalla del lago Trasimeno (217 a.C.)
Sustituídos en el mando de los ejércitos romanos los cónsules Cornelio y Sempronio por sus sucesores Flaminio y Servilio, recibieron del Senado la orden de cubrir los accesos a Roma por Rimini y por Arezzo.
Al llegar la primavera del año 217 a.C., Aníbal simuló dirigirse hacia Roma por la ruta de Arezzo donde estaba el ejército comandado por Flaminio adoptando la táctica de incendiarlo todo a su paso, para provocar la ira del romano y atraerlo en su persecusión; pero desviándose sorpresivamente, aprovechó entonces las condiciones del terreno, utilizando un paso en que las costas del lago Trasimeno llegaban hasta las estribaciones montañosas de los Apeninos, obligando a pasar entre dos escarpadas cadenas montañosas.
Perseguido por los romanos, Aníbal dividió su ejército en tres grupos, uno de los cuales permaneció oculto a la entrada del desfiladero, en tanto el segundo quedó en el centro y el tercero se formó a la salida, dominada por una colina; de modo que cuando llegaron las legiones romanas, las dejaron ingresar en el desfiladero, y así se encontraron totalmente rodeadas por las fuerzas cartaginesas; que les infligieron una gravísima derrota que incluso costó la vida al cónsul Flaminio.
La derrota que el ejército de Aníbal infligió a los legionarios romanos en la batalla del lago Trasimeno, en el 217 a.C., costó unos 15.000 muertos y otros tantos prisioneros; y dejó libre el camino directo hacia Roma. En una muestra de habilidad política y estratégica, Aníbal dejó libres a todos los prisioneros provenientes de las ciudades italianas, dejando establecido que su enemigo eran los romanos; buscando con ello instar a un levantamiento de las ciudades latinas, en la misma forma que lo había logrado en Galia.
La batalla de Cannas: el triunfo de la caballería (216 a.C.)
Las circunstancias imponían en Roma acudir a la dictadura, para salvar sus instituciones en su total integridad. Se nombró dictator a Quinto Fabio Máximo; quien habiendo sido anteriormente el embajador enviado a Cartago a raíz de la toma de Sagunto, tenía buen conocimiento de los cartagineses. Cuatro nuevas legiones fueron reclutadas para ponerlas bajo su mando.
A pesar de que hubiera estado en condiciones de atacar directamente hacia la ciudad, Aníbal optó por dejarla de lado y continuar hacia el sur; pensando tal vez que con ello evitaba establecer a las fortificaciones romanas un sitio que habría sido largo y difícil. Su objetivo era obtener el apoyo de las ciudades vasallas de Roma en el centro y sur de Italia, y lograr hacerse del puerto de Tarento, que le permitiría conectarse con Cartago por mar y así obtener importantes refuerzos.
A su paso por Apulia, Samnio y Campania, Aníbal repitió su táctica de devastar los campos, para provocar la ira de los romanos y atraerlos a una gran batalla en condiciones favorables para él. Sin embargo, Fabio Máximo siguió una táctica prudente; que teniendo en cuenta la situación de aislamiento en que se encontraba el ejército cartaginés, alejado de sus bases, estuvo dirigida a provocar su agotamiento. En vez de presentarle una batalla frontal, se dedicó a una guerra de escaramuzas. Pero su táctica no fué comprendida en Roma por quienes ansiosamente pretendían un enfrentamiento que condujera rápidamente a una victoria. Fabio Máximo fue bautizado como cuntactor o contemporizador; y al término de su mandato fue sustituído por los cónsules Terencio Varrón y Emilio Paulo Emilio, a quienes se encomendó realizar un inmediato enfrentamiento militar con los cartagineses. Un error determinado por la ansiedad, que sería nefasto para la causa romana.
Los nuevos cónsules reclutaron un ejército de más de 100.000 hombres, y en el 216 a.C. se dirigieron a presentar batalla a Aníbal, cuyas fuerzas se encontraban acantonadas bastante al sur, en la región de Apulia, sobre las costas del mar Adriático, en la llanura de Cannas.
La superioridad numérica del ejército romano, que duplicaba al cartaginés, no fue óbice para que una vez más, Aníbal les infligiera una importante derrota. El factor decisivo para ello fue la superioridad de la caballería cartaginesa integrada por los jinetes númidas (provenientes de Numidia, en el norte africano), y de los honderos ibéricos.
La infantería romana se agrupó en un único frente compacto, flanqueada por una caballería inferior a la cartaginesa; en tanto que los cartagineses presentaron un frente de infantes galos mucho menos denso, dejando atrás dos bloques de 6.000 hombres cada uno, protegidos por la caballería situada igualmente a ambos lados, frente a la caballería romana. De tal modo, la caballería cartaginesa anuló prontamente a la romana, y se ubicó en la retaguardia de los legionarios; en tanto que cada uno de los bloques cartagineses, los atacó por ambos flancos.
El ejército romano quedó totalmente cercado, y perdió en la batalla 60.000 soldados, entre ellos el cónsul Emilio Paulo y varios senadores; en tanto que las bajas cartaginesas no llegaron a 6.000, de los cules 4.000 eran galos. La concepción táctica de Aníbal en Cannas, que era totalmente novedosa, al emplear la retaguardia de su ejército no para cubrir las bajas de las primeras líneas, sino para efectuar una hábil y decisiva maniobra envolvente, se convirtió en un factor decisivo de su victoria.
La batalla de Cannas, que fué una de las que enfrentó los ejércitos más numerosos en la antigüedad, significó un cambio fundamental en la concepción militar. A partir de ella, y por muchos siglos, la caballería pasó a ser el factor decisivo en el combate.
La consecuencia inmediata de la gravísima derrota romana en Cannas fue la sublevación de las ciudades italianas contra el dominio de Roma. Capua, predominante ciudad de la Campania y antigua oponente al predominio romano, y Siracusa la más importante ciudad siciliana de la Magna Grecia, fueron las más importantes defecciones que permitieron a Aníbal sentar sus reales en el sur de Italia. Los pueblos lucanos, los brucios, los samnitas y buena parte de los apulios, y hasta el Rey Filipo de Macedonia, se unieron a los cartagineses.
De todos modos, Roma estaba lejos de haber sido derrotada. A pesar de que en algunos ambientes romanos cundió el derrotismo, el joven Publio Cornelio Escipión que había estado en las batallas de Tesino y de Cannas, logró exaltar el patriotismo de los romanos. Al regreso del cónsul Varrón, fueron prohibidas todas las expresiones de duelo por la derrota, y presente en el Senado recibió el agradecimiento por su esfuerzo. Disponiendo todavía de los recursos del Lacio y de Etruria, tenía los medios de reclutar nuevos ejércitos; mientras Aníbal, aún con el apoyo de los italianos sublevados, había sufrido muchas bajas en su fuerza originaria, y estaba muy lejos de poder recibir los refuerzos desde Cartago.
Se reclutaron dos ejércitos; uno de los cuales, al mando del pretor Marco Claudio Marcelo, se dirigió a Sicilia para recuperar Siracusa y logró evitar que Aníbal pudiera apoderarse de inmediato de un puerto sobre el mar Tirreno impidiéndole recibir refuerzos; en tanto que otro fue confiado a los dos Escipiones para combatir en España a los cartagineses al mando de Asdrúbal.
Carente de fuerzas suficientes como para intentar el ataque hacia Roma, Aníbal debió permanecer en Capua, aguardando que llegaran nuevas fuerzas en su auxilio, desde Cartago o desde España. Pero Roma seguía teniendo el dominio naval del Mediterráneo, de modo que esos refuerzos no pudieron llegarle sino en forma muy tardía. El plan de Aníbal era conquistar Sicilia para estar en fácil comunicación con Cartago.
Aparentemente, los romanos habían aprendido la lección resultante de haber abandonado la táctica de Fabio Máximo; y optaron por evitar nuevas grandes batallas con Aníbal; el cual permaneció acampado en el territorio italiano desde el 216 hasta el 203 a.C.
Durante varios años romanos y cartagineses llevaron a cabo acciones bélicas sin lograr imponerse unos a otros. En el 215 a.C. los romanos aprovecharon que Asdrúbal debió dejar España para atender una sublevación del rey de los Númidas, y reconquistaron los territorios al sur del Ebro. Los cartagineses atacaron Cerdeña sin obtener éxito. En el 214, Aníbal logró aliarse con Filipo de Macedonia y obtener el apoyo de Siracusa, mientras en Cartago preparaban un ataque contra Sicilia, donde conquistaron Agrigento. Pero los romanos enviaron nuevas fuerzas para reconquistar su dominio sobre Siracusa a la que impusieron un bloqueo. Aníbal logró finalmente apoderarse del importante puerto de Tarento en el 212 a.C., pero de inmediato Siracusa tuvo que capitular ante el ataque romano, en el mismo año 212 a.C., a pesar del ingenio de Arquímedes, sabio físico y matemático, que intentó incendiar los barcos romanos mediante espejos ustorios, de forma cóncava, que concentraban sobre ellos los rayos del sol.
Luego de ello, tocó el turno a Capua, de la cual los romanos volvieron a apoderarse en el 211 a.C. a la cual infligieron un terrible castigo, matando a todos sus dirigentes y deportanto a la totalidad de su población; con lo cual en toda Italia disminuyó enormemente el prestigio de Aníbal.
En el mismo año 211 a.C. Asdrúbal regresó de África a España, pero debió enfrentarse a las legiones comandadas por los dos Escipiones, que a pesar de que le causaron varias derrotas murieron en los combates. El Senado confirió entonces el mando al joven Publio Cornelio Escipión, aún cuando no había alcanzado la edad requerida. Los romanos finalmente, lograron apoderarse de Cartagena, que era la capital de los cartagineses en España, obteniendo un enorme botín en oro y materiales de guerra.
En el 210 a.C., los romanos recuperaron en Sicilia la ciudad de Agrigento de manos cartaginesas, lo cual impedía a Asdrúbal acudir por mar en auxilio de Aníbal; por lo cual se preparó para volver a invadir Italia por el norte. Asdrúbal logró cruzar los Pirineos y luego los Alpes, e invadir Italia por la llanura del río Po. Su designio era unirse con Aníbal en Apulia, al sur de Roma.
Los romanos despacharon al sur un ejército al mando de Claudio Nerón para hostigar a Aníbal; y otro al norte para detener a Asdrúbal, al mando de Marco Livio. Este último decidió aguardar a los cartagineses sobre la vía Flaminia. Entretanto, Claudio Nerón logró interceptar el mensajero portador de un correo de Asdrúbal a su hermano; lo que determinó que enviara 7.000 soldados en auxilio de Marco Livio, los que arribaron las márgenes del río Metauro justo a tiempo para decidir la victoria en la batalla que estaban librando romanos y cartagineses. En la batalla del río Metauro, en el 207 a.C., el ejército cartaginés que iba a reforzar a Aníbal fue destrozado. Asdrúbal fue muerto, y su cabeza arrojada en el campamento de Aníbal.
Ante la derrota del ejército de su hermano, Aníbal debió evacuar Apulia y Lucania, y se retiró a las montañas del sur de Italia, con sus reducidas fuerzas, desde donde continuó hostigando a los romanos en la región de Calabria. El rey Filipo de Macedonia, un aliado que nunca había puesto mucho empeño en el combate, se retiró de la guerra. Entretanto, Publio Cornelio Escipión había logrado imponer el dominio romano en toda España.
Escipión Africanus
Como en otros momentos trascendentes de su historia, Roma encontró, esta vez en Publio Cornelio Escipión, el líder dotado de la capacidad de superar las extremas dificultades que debió afrontar luego de la tremenda derrota de Cannas.
Publio Cornelio Escipión era respectivamente hijo y sobrino de los dos Escipiones, los generales romanos, que comandaron las campañas que Roma llevó a cabo en España durante la contienda con Aníbal, para desalojar de allí a los cartagineses; y que murieron en esos combates.
Siendo apenas un adolescente, había combatido valerosamente, como jefe de falange y de cohorte en las batallas de Tesino y Trasimeno. Dotado de un físico considerado bello y proveniente de una familia prestigiosa, era un gran orador que a su retorno de la batalla de Cannas junto con el derrotado cónsul Varrón, había logrado levantar el ánimo de los romanos para renovar su resistencia contra Aníbal.
Era tenido por extremadamente piadoso, dado que antes de cualquier emprendimiento importante requería la aprobación de los dioses. En octubre del año 218 a.C., a los 16 años de edad, había combatido en la batalla de Tesino, junto a su padre al que salvó la vida. En el 211 a.C., cuando recibió el mando del ejército sitiador de Cartagena, dijo a sus tropas que había tenido un sueño en el cual el dios Neptuno, rey de las aguas, le había prometido que lograrían cruzar el pantano que les impedía alcanzar la ciudad, y se arrojó a las aguas que cruzó corriendo. Lo que los soldados creyeron obra de un milagro y que les permitió conquistar Cartagena y toda España fue en realidad consecuencia de que Escipión, al contrario de sus soldados todos campesinos, conocía el fenómeno las mareas que hizo descender el nivel de las aguas.
De tal manera, Escipión que hizo correr el rumor de que su verdadero padre era Júpiter se convirtió no solamente en un jefe militar exitoso, sino en un verdadero ídolo de las multitudes de los legionarios y de los romanos; y junto con su hermano Lucio Cornelio Escipión inició una de las primeras grandes dinastías políticas en la antigua Roma. Y cuando logró vencer a los cartagineses en su propio territorio, fue distinguido con el apodo de africanus, El Africano.
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La batalla de Zama (202 a.C.)
Investido del enorme prestigio emanado de su campaña en España, Escipión propuso un plan similar al intentado por Régulo para poner fin a la primer guerra punica: atacar a Cartago directamente, de modo de que para defenderse los cartagineses tuvieran que llamar al ejército de Aníbal obligándolo a abandonar sus posiciones en Italia.
Escipión desembarcó en África al frente de un ejército de 35.000 hombres, en el 204 a.C.
Tal como Escipión lo había previsto, debiendo afrontar una guerra defensiva, y perdida España, Cartago debió convocar a Aníbal a su retorno desde Italia. Aníbal, que había dejado Cartago junto a su padre Amílcar Barca, siendo un niño, y que a los 29 años había partido de Cartagena para invadir Italia, retornó a ella 36 años después; luego de 15 de campañas en Italia sin haber sido vencido definitivamente, para tomar el mando contra las fuerzas de Escipión.
Los ejércitos romanos y cartagineses, practicamente de iguales fuerzas, se mantuvieron acampados uno frente a otro durante varios meses. Entretanto, Escipión, en vez de atacar directamente a Cartago, logró pactar con el destronado rey de Numidia, Masinisa, a quien ayudó a derrotar a su rival Sifax, aliado de los cartagineses. La alianza con Masinisa que iba a ser un importante y prolongado factor político para Roma en África permitió a Escipión incorporar a su ejército la excelente caballería númida.
Según algunas crónicas, Escipión mantuvo con Aníbal una breve entrevista, en la cual, aunque no llegaron a un acuerdo, surgió una recíproca simpatía. Y luego, romanos y cartagineses se enfrentaron una vez más en la llanura de Zama, cercana a Cartago.
Escipión había aprendido la lección de Cannas, y esta vez contaba él con la caballería númida. Los elefantes, que Aníbal había dispuesto en número de 80 confiando que dispersarían a los legionarios, se espantaron ante los sonidos de trompetas y el impacto de las flechas de los arqueros; y se volcaron sobre los propios jinetes cartagineses que eran atacados por la caballería romana. La caballería cartaginesa, que era el sustento del ataque de Aníbal, quedó derrotada y fue perseguida por los jinetes númidas.
Aníbal había colocado en la primera línea de su infantería un cuerpo de mercenarios, respaldados por dos cuerpos de veteranos de la campaña de Italia; pero éstos, ante el descalabro de la caballería no avanzaron, con lo que los mercenarios se sintieron traicionados y se volvieron contra aquellos. En medio de la confusión consiguiente, retornó al campo de batalla la caballería romana que había perseguido y dispersado a la cartaginesa; con lo cual los cartagineses se vieron totalmente rodeados, pereciendo 20.000 de ellos, la tercera parte de su fuerza, y quedando otros tantos como prisioneros.
Aníbal, montando en su caballo, logró escapar apenas, con un resto de sus soldados, para presentarse todavía ensangrentado ante el Senado cartaginés, dar cuenta de su derrota; y aconsejar que enviaran a Roma una embajada de paz.
La derrota de Zama representó para Cartago la imposición de los términos de paz dictados por Roma. Debió ceder importantes territorios al númida Masinisa; renunciar definitivamente a todos los territorios de España, entregar todos los elefantes de guerra y toda su flota de guerra y mercante a los romanos, comprometerse a no alistar mercenarios y a no ejercer ninguna clase de acción militar sin previo permiso de Roma. Además, Cartago se obligó a pagar a Roma una indemnización de guerra de 10.000 talentos de oro, entregando 200 por año durante medio siglo.
En tales condiciones la Cartago de origen fenicio, que había sido la mayor y más rica potencia comercial y naval del Mediterráneo, desaparecía como tal, y quedaba convertida en vasallo de Roma; que así surgía como la nueva gran potencia militar y mercantil, de origen latino.
Inicialmente Aníbal permaneció en Cartago, donde se convirtió en jefe de un partido que intentaba establecer un nuevo orden político en la ciudad; lo que suscitó la oposición de los senadores y comerciantes a quienes se acusaba de la derrota, que de tal modo denunciaron en Roma que Aníbal estaba preparando una revancha militar. A pesar de que Escipión intentó disuadir al Senado romano de que Aníbal fuera detenido y seguramente muerto, éste debió huir de Cartago. Llegó hasta el cercano puerto de Tapso desde el cual embarcó para el reino de Antioquía (en Siria), cuyo Rey Antíoco III lo recibió como asesor militar en su lucha contra Roma. Cuando Antíoco fue derrotado, Aníbal pudo huir hacia Creta y luego al reino de Bitinia.
Un balance de los factores que condujeron al triunfo de Roma sobre Cartago al final de la segunda guerra púnica, implica tomar en cuenta:
La ventaja estratégica que representó para Roma el dominio de Sicilia, Córcega y Cerdeña, que junto con su nuevo poderío naval impidió a Cartago atacar Italia desde el mar.
La posibilidad que tuvo Roma de asumir durante casi toda la campaña italiana de los cartagineses una actitud defensiva; resguardada por la fidelidad que en general mantuvieron las poblaciones latinas, sin que los breves alzamientos de los galos y algunos pueblos itálicos afectaran la unidad fundamental del poder romano.
El sistema de reclutamiento militar romano, fundado en el servicio militar ciudadano y obligatorio que aunque los ejércitos cartagineses eran más profesionales y más eficientes desde el punto de vista militar y estaban dirigidos por brillantes estrategas si bien por tal motivo lograron resonantes triunfos iniciales, a la larga, aislados de sus bases y superados por los permanentes refuerzos de que disponían los romanos, se vieron inexorablemente superados.
El impulso bélico de los cartagineses estaba fundado en el enorme poder espiritual de los Barca especialmente Aníbal, al que se había inculcado un odio total hacia Roma pero en Roma existía un sistema institucional que suministraba a su esfuerzo bélico un sustento mucho más fuerte en la sociedad romana, que pudo considerarse ilegítimamente agredida por Cartago.
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