El reformismo agrario de los Gracos.
La situación surgida de la evolución económica y social producida por las guerras púnicas, ya hacia mediados del siglo II a.C., culminada la segunda de ellas, tendía a dividir la sociedad romana entre una tendencia tradicionalista, que intentaba frenar el proceso de la evolución económica y social; y otra que podría denominarse modernizadora que tendía a acompañarlo, y se beneficiaba de ese desarrollo.
En cierto modo, Roma había sido conducida a las guerras púnicas llevada involuntariamente por el desenvolvimiento de los hechos históricos. Empujada por la necesidad de defenderse del ataque cartaginés, frente al cual reaccionó mediante una estrategia que le condujo no solamente a destruir al adversario, sino a protegerse de todos los que recelaban de su creciente poderío, atacándolos y sometiéndolos a su vez.
Los enormes beneficios económicos obtenidos a consecuencia de las guerras, originaron en Roma una corriente favorable a la continuidad de las conquistas y al consecuente desarrollo de las actividades comerciales e industriales. Estaba integrada fundamentalmente por los miembros de las familias patricias tradicionales y terratenientes; por los romanos plebeyos enriquecidos en gran medida dedicados a la industria; y por el novel orden ecuestre de los caballeros, que se ocupaban principalmente de las actividades mercantiles especialmente la navegación comercial, el tráfico de esclavos, las concesiones para recaudar los impuestos en los territorios conquistados otorgadas a los Publicanos y los préstamos a interés.
Impedidos los ciudadanos romanos nobles de ejercer el comercio, a causa del ejercicio de los cargos públicos, extendían sin embargo sus propiedades territoriales; ya fuera por la compra de las tierras de los agricultores italianos arruinados por el servicio militar, como por la concesión legal u ocupación de hecho de los ager publicus decomisados a los pueblos conquistados, en la Galia Cisalpina, en España y en otras lejadas provincias, nominalmente administradas desde Roma.
Pero, por otro lado, un importante sector de quienes, especialmente en el Senado, se preocupaban por la suerte del Estado romano, recelaban de los efectos destructivos de sus valores tradicionales; resultantes tanto del contacto con las civilizaciones de origen griego juzgadas decadentes, como de los efectos también destructivos derivados del abandono de los campos por sus ciudadanos dedicados a la actividad agrícola, obligados a prestar el servicio militar en legiones cada vez más grandes y combatiendo en territorios más lejanos.
En el bando tradicionalista, se reunieron los que, sin dejar de pertenecer al patriciado y a la nobleza, o siendo hombres nuevos en ella como Marco Porcio Catón consideraban enormemente perjudicial tanto la introducción de las costumbres a su juicio decadentes de la civilización helenística que a su juicio pervertía la educación de las nuevas generaciones, como la desaparición del sustento económico y social del Estado romano antiguo, constituído por los pequeños y medianos campesinos del Lacio y sus alrededores; ya fuera para incorporarse al núcleo de los nuevos ricos o, mucho más frecuentemente para quedar como empobrecidos habitantes marginales de las ciudades, dedicados a vivir como servidores en las industrias y artesanados, o peor aún, como desocupados dependientes de la caridad del Estado.
La prédica de Catón el Censor cuya inicial condena de las nuevas costumbres resultara entre molesta y graciosa fructificó sin embargo en importantes núcleos de la sociedad romana; hasta que el sector tradicionalista encontró dos importantes líderes en los hermanos Tiberio Sempronio Graco y Cayo Sempronio Graco, nietos de Escipión El Africano, históricamente conocidos como Los Gracos.
El clan de los Escipiones.
Los hechos que pautaron la historia romana colocaron en el centro de la actividad política a la familia patricia de los Escipiones, surgida de la gens Cornelia.
Publio Cornelio Escipión, padre, fue electo Cónsul en el 218 a.C. y combatió en la batalla de Tesino, donde fue herido y salvado por su hijo del mismo nombre.
Cneo Cornelio Escipión, hermano de Publio, fue el general inicialmente enviado a combatir a los cartagineses en España, para evitar que Asdrúbal Barca pudiera acudir a Italia en auxilio de su hermano Aníbal, durante la segunda guerra púnica.
Los dos primeros Escipiones murieron durante las campañas contra los cartagineses de Asdrúbal, en el España; Publio en el año 211 a.C. en Cástulo, y Cneo al año siguiente cerca de Tarragona.
Publio Cornelio Escipión, hijo de Publio y sobrino de Cneo, asumió el mando a la muerte de su padre, y continuó combatiendo a los cartagineses en España hasta vencerlos en el 211 a.C.. Luego, nombrado Cónsul en el 205, llevó la guerra hasta la misma Cartago, derrotando a Aníbal en la batalla de Zama en el 202; con lo que recibió el título honorífico de El Africano.
Lucio Cornelio Escipión, hermano de Publio, también comandó las legiones romanas en la guerra contra el rey seléucida Antíoco III, en el 190 a.C., mereciendo por su parte el título de El Asiático.
Cornelia, hija de Publio Cornelio Escipión, fue esposa de Tiberio Sempronio Graco; que siendo Tribuno opuso su veto a la condena de Lucio Cornelio Escipión y luego fue electo Censor en España. El matrimonio tuvo 12 hijos, de los cuales sobrevivieron solamente 3, Tiberio, Cayo y Cornelia. Los varones, Tiberio Sempronio Graco y Cayo Sempronio Graco, nietos de El Africano, también se dedicaron a la política en Roma, siendo ambos Tribunos de la Plebe, Tiberio en el 134 a.C., y Cayo en el 123 a.C.; y ambos murieron violentamente a consecuencia de ello.
Publio Cornelio Escipión Emiliano, que vivió del 185 a 129 a.C., hijo menor del Cónsul Paulo Emilio, ingresó a la gens Cornelia a la muerte de su padre, por adopción de El Africano. Combatió en la batalla de Pidna en 168 a.C.; y fue electo Tribuno militar destacado en España en el 151 a.C. Durante la tercer guerra púnica, fue nombrado Cónsul en el 147 a.C., y comandó la destrucción de Cartago, siendo designado como El Africano Menor. Nuevamente Cónsul en el 134 a.C., se le encargó someter la rebelión de Numancia en España, que finalmente ocupó en el 133 a.C. para constatar que sus habitantes habían preferido suicidarse. Cuando regresó a Roma, fue un prominente dirigente del sector tradicionalista.
Publio Cornelio Escipión Nasica, Cónsul en 138 a.C., se convirtió luego en Senador tradicionalista, oponiéndose tenazmente a los proyectos agrarios de Tiberio Graco; al punto que encabezó el combate en que éste encontró la muerte.
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Tiberio Sempronio Graco, se crió junto a su madre viuda, Cornelia hija de Publio Cornelio Escipión El Africano. Tuvo como preceptor al filósofo griego Blosio, al que se adjudica gran influencia en su educación.
Cornelia, al contrario de la enorme mayoría de las mujeres romanas, había incursionado en las disciplinas intelectuales; y frecuentemente reunía en su casa un importante grupo de artistas, filósofos e ilustres personalidades políticas, incluso el historiador greco-romano Polibio. En ese círculo de los Escipiones, Tiberio escuchaba discutir, por tanto, acerca de los principales asuntos del Estado. Discusiones que repercutían directamente en los ambientes y a menudo en las decisiones del gobierno romano. La situación que allí se exponía, no auguraba un buen futuro para la sociedad y el Estado romano.
En toda Italia, la abundancia de esclavos traficados por decenas de miles desde el centro comercial ubicado en la isla griega de Delos hacía florecer las industrias, mientras la agricultura del trigo, el olivo y la vid cedía terreno frente a los nuevos latifundios ganaderos. Cientos de esclavos griegos de superior condición intelectual educaban a los jóvenes de las familias económicamente potentadas, y asistían a sus amos en numerosas tareas de administración de sus riquezas, o de política, introduciéndolos en las disciplinas humanísticas y llevándolos a alejarse de las durezas de la vida agraria y militar que había encumbrado a Roma.
El trigo y el aceite de oliva abundaban a bajo precio, provenientes de las provincias de Sicilia, de España o de África donde eran producidos por el trabajo esclavo; lo que arruinaba los cultivos de los pequeños agricultores italianos. Mientras en España Viriato recomponía sus fuerzas rebeldes tras cada derrota infligida por los ejércitos romanos, en Roma era cada vez más difícil reclutar nuevas legiones. Escipión Emiliano que al tomar el mando en España encontró que en los campamentos de las legiones sitiadoras de Numancia abundaban esclavos, mercaderes y prostitutas, y los soldados hasta se bañaban se convirtió en el portavoz de la nobleza senaturial tradicionalista, sustentando que Roma debía recomponer el sector de sus ciudadanos pequeños y medianos propietarios rurales, que tenían muchos hijos y habían provisto las legiones que conquistaron Italia y vencieron a Cartago.
Siguiendo esas ideas, en el año 145 a.C., el Tribuno Licinio Craso y el Pretor Cayo Lelio, propusieron una ley agraria, dirigida a restablecer la pequeña propiedad rural; pero debieron retirarla ante la fuerte oposición surgida en el Senado.
Entretanto, la guerra surgida de la rebelión de los lusitanos que había desatado Viriato en España durante los años 143 y 142 a.C., y que había finalizado con el asesinato de Viriato, volvió a estallar en el 137 ante la rebelión de Numancia, y la derrota del Cónsul Hostilio Mancino al frente de 20.000 legionarios. La guerra de Numancia significaba para los romanos un grave problema; por lo cual se aprobó una nueva ley para permitir que Escipión Emiliano, que ya había sido Cónsul en la conquista de Cartago, pudiera serlo nuevamente en el 134 a.C., para hacerse cargo de la lucha en España donde su cuñado Tiberio Sempronio Graco era Cuestor del ejercito y finalmente conquistara Numancia en el 133 a.C.
Tiberio Graco había participado a los 20 años en la conquista de Cartago, bajo el mando de Escipión Emiliano. Pasó enseguida a España como Cuestor del ejército, donde intervino en forma destacada en las negociaciones diplomáticas que precedieron a la conquista de Numancia, gracias al prestigio que había alcanzado allí su padre, del mismo nombre. A su regreso a Roma, fue electo Tribuno de la Plebe en el año 133 a.C.
En su actuación en África y España, Tiberio Graco había advertido las graves dificultades que enfrentaban los ejércitos romanos para reclutar buenos legionarios; y las condiciones lamentables en que se encontraba la disciplina militar. Consideraba que era imperioso recomponer la pequeña propiedad agraria romana; al tiempo que albergaba un enorme rencor contra la aristocracia senaturial, que había rechazado el Tratado de paz que había celebrado con Numancia en el año 136, comprometiendo su honor.
Desde su cargo de Tribuno de la Plebe, Tiberio Graco propuso nuevamente una ley agraria; por la cual se limitaba la tenencia de tierras públicas a los ciudadanos romanos solteros al equivalente a 125 Hás. actuales, que aumentaban a 750 si tenían un hijo y a 1.000 si tenían dos o más. Se ordenaba que se recuperaran las tierras públicas excedentes, así como las ocupadas ilegalmente por los no ciudadanos, originarios del Lacio y otras regiones italianas; aunque se les permitiría participar en el reparto de los sobrantes luego de asignar a los ciudadanos romanos parcelas de alrededor de 7 Hás, con prohibición de venderlas y obligación de pagar un impuesto. La distribución de las tierras quedaría a cargo de una comisión de tres personas que cada año serían elegidas por los comicios tribales.
La propuesta de Tiberio Graco desató enormes resistencias, tanto entre los integrantes de la nobleza como entre los latinos prominentes, que habían recibido grandes adjudicaciones de tierras públicas, y que habían realizado grandes inversiones para explotarlas, especialmente en la compra de esclavos.
Cuando Tiberio Graco formuló su propuesta, el otro Tribuno de la Plebe, Marco Octavio Cecina que respondía a los opositores a la ley, opuso su veto. Tiberio Graco acudió entonces al procedimiento existente para la destitución de los magistrados, pero invocó como fundamento para que los comicios cesaran a Octavio Cecina, que no había defendido los intereses de la plebe. Octavio fue así destituído, la ley fue aprobada, y se nombró para ponerla en ejecución a un triunvirato integrado por el propio Tiberio Graco, su hermano Cayo y su suegro Apio Claudio.
Tiberio Graco fue acusado de haber violado la constitución romana por haber promovido la destitución ilegal de Octavio Cecina; por lo cual al cesar en su cargo de Tribuno, le aguardaba ser juzgado. En consecuencia, Tiberio intentó ser reelecto; lo que era una nueva violación constitucional a la cual ni siquiera sus amigos se atrevían. Cuando los comicios se reunieron para tratar la reelección de Tiberio, no tuvo votos suficientes para obtenerla, pero logró postergar la reunión contando con que al día siguiente asistirían muchos campesinos que no habían llegado a Roma a tiempo, porque estaban levantando sus cosechas.
El día siguiente, mientras se reunían los comicios tribales el Senado se reunió a su vez en un templo cercano. Escipión Nasica acusó a Tiberio y sus partidarios de provocar una revolución, por lo que el Senado aprobó un senatus consultus ultimum disponiendo que se impidiera la reunión de los comicios. Escipión Nasica y un grupo de senadores y caballeros, se dirigieron a hacer cumplir el mandato del Senado, dando muerte a Tiberio y a varios cientos de sus seguidores.
No obstante, aunque con dificultades, la ley agraria de Tiberio Graco fue llevándose a la práctica; y como resultado, el registro de ciudadanos romanos se incrementó en alrededor de 80.000 en los siguientes 30 años.
De cualquier manera, la aplicación de la ley agraria suscitaba importantes controversias; especialmente entre los latinos, que desposeídos de las tierras ocupadas luego quedaban relegados por los ciudadanos romanos en el proceso de nuevos repartos. En el año 125 a.C., fue electo Cónsul Marco Fulvio Flaco, quien era partidario de la ley agraria, y para superar esa situación propuso extender los derechos de la ciudadanía romana a todos los latinos e itálicos. Sin embargo, su propuesta despertó la oposición de todos los niveles de ciudadanos romanos, y el Cónsul debió retirarla.
Entretanto Cayo Graco, que había estado presente en la muerte de su hermano Tiberio, y había sido miembro del triunvirato ejecutor de su ley así como Cuestor en Cerdeña, fue elegido Tribuno de la Plebe en el año 123 a.C.
Cayo Graco buscó congraciarse con el orden ecuestre, integrado por los que sin formar parte de la nobleza senaturial, registraban una importante fortuna como publicanos, comerciantes y también terratenientes. Propuso entonces una ley por la cual los caballeros tendrían la posibilidad de integrar los tribunales judiciales que juzgaban los magistrados a los que se acusaba de enriquecerse en forma ilícita. Asimismo, propuso que se adoptara en las nuevas provincias de Asia el sistema de recaudación de impuestos aplicado en Sicilia, que beneficiaba a los publicanos.
Al mismo tiempo, para granjearse el apoyo de la plebe propuso una lex frumentaria por la cual el Estado debía adquirir grandes cantidades de trigo para entregarlo a los desocupados, una lex viaria disponiendo la construcción de caminos y carreteras para darles ocupación, y una lex militaris que excluía del servicio militar a los menores de 16 años, y disponía que el Estado proveyera el equipo de los legionarios; medidas que repetidas posteriormente a lo largo de la historia dan razón al proverbio romano nihil novus sub soli: nada hay nuevo bajo el sol.
Asimismo, Cayo Graco desplegó una intensa actividad para el cumplimiento de esas disposiciones, ocupándose personalmente de que se hicieran los contratos para la construcción de los graneros que albergarían el trigo adquirido por el Estado, y de los caminos y carreteras; lo que le vinculó directamente con numerosos publicanos, e importantes caballeros.
Deseoso de reducir la población excedentaria de Roma, Cayo Graco propuso además la creación de tres nuevas colonias sobre el Mediterráneo, una de ellas sobre la antigua Cartago, ofreciendo a quienes acudieran a ellas el otorgamiento de grandes extensiones de tierras.
El prestigio político que de tal manera alcanzó Cayo Graco fue enorme; al punto de que logró ser reelecto Tribuno en el 122 a pesar de que el mismo intento había costado la vida de su hermano invocando que la brevedad de los mandatos de los magistrados les impedía cumplir adecuadamente sus proyectos.
Sin embargo, Cayo Graco cometió el error de adoptar la propuesta de Marco Fulvio Flaco de otorgar la ciudadanía a todos los habitantes de Italia; lo que desató la oposición tanto de los senadores como de los caballeros, y de los ciudadanos tanto campesinos como de la plebe urbana. Sus opositores en el Senado, que se habían encontrado impedidos de detener sus proyectos debido a su enorme prestigio, lograron que el otro Tribuno de la Plebe Livio Druso, interpusiera su veto, que fue aclamado en los comicios.
Cayo Graco debió ir a instalar la nueva colonia en Cartago, ausencia que fue aprovechada por Livio Druso para proponer a los comicios varias leyes demagógicas que superaban sus iniciativas. Cuando Cayo retornó a Roma, había perdido buena parte de su anterior prestigio. Se había murmurado en Roma que en la colonia de Nueva Cartago sucedían fenómenos sobrenaturales porque estaba sobre el territorio que había sido maldito en nombre de los dioses; de modo que el Tribuno Minucio Rufo propuso revocar la ley de colonias de Cayo Graco.
Los hechos se repitieron. Cayo Graco concurrió a los comicios reunidos en el Capitolio a defender su ley, acompañado por un grupo de amigos y esclavos armados. Nuevamente Escipión Nasica proclamó en el Senado que se estaba ante un motín revolucionario, y el Senado volvió a aprobar un senatus consultus ultimum. El Cónsul Opimio se dirigió al Capitolio para detener a Cayo Graco, sin que nadie se opusiera a su paso. Cayo Graco debió huir cruzando a nado el río Tíber, y ordenó a un esclavo que le quitara la vida.
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