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ROMA ANTIGUA
Los ejércitos romanos


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Las organización originaria de las legiones romanas
Reformas de la estructura militar | El ejército ciudadano
La profesionalización del ejército romano


La organización originaria de las legiones romanas

Roma fue esencialmente una nación guerrera. El desenvolvimiento de su historia — en particular haber conquistado prácticamente todo el mundo civilizado conocido en su época, y así conformado el Imperio Romano — constituyó una consecuencia principalmente basada en su fuerza militar, que terminó imponiéndose sobre todos sus rivales.

Esa capacidad militar desplegada desde los primeros tiempos de la República de los reges hasta el momento de apogeo del Imperio, se sustentó por una parte en la organización de sus ejércitos, en la superioridad de medios y equipamiento con que contaron; pero también en la eficacia estratégica y táctica con que fueron empleados, más de una vez habiendo tenido que adaptarse muy rápidamente a nuevas formas de combatir, como ocurriera especialmente cuando Roma debió convertirse en una potencia naval.

La estructura de los ejércitos romanos tuvo su origen en la época primitiva de la Roma de los reges. Concebida como una mera agregación de unidades que tenían todas ellas igual conformación e igual actividad durante el combate, era una estructura muy similar a la conformación de las falanges de los ejércitos de la antigua Grecia, que los etruscos le copiaron a las colonias de la Magna Grecia, y los romanos tomaron de ellos.

La unidad militar básica era la legión. Era un agrupamiento de infantería, compuesto de seis filas de 500 soldados armados con casco, coraza, escudo, lanza y espada, que además protegían sus pantorrillas con perneras. Se trataba de un equipamiento muy pesado, pues si bien originariamente las protecciones habían sido de cuero, luego de realizaron en bronce.

Su avance en combate se efectuaba presentando alineados los escudos a modo de un muro móvil del cual sobresalían las lanzas. La legión iba acompañada de dos pequeños grupos de jinetes y arqueros, cada uno de los cuales la flanqueaba por uno de sus extremos.

A medida que Roma fue creciendo y aumentaron sus compromisos militares, el crecimiento del ejército se limitó a aumentar el número de unidades, uniendo unas legiones con otras.

Fue la derrota ante los galos, y la consiguiente ocupación de la ciudad de Roma, lo que impulsó a realizar una reforma de la estructura de las unidades de combate; según lineamientos que se atribuyen al dictator Camilo, que había dirigido los ejércitos romanos en la conquista de Veyes.

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Las reformas en la estructura militar

La primera de las medidas adoptadas para fortalecer el ejército, consistió en aumentar sus fuentes de reclutamiento.

Conforme a su organización política inicial, la República de los reges reclutaba su ejército entre los patricios; pero la necesidad de aumentar el número de soldados llevó a admitir la incorporación de plebeyos, sin consideración a su fortuna, de edades comprendidas entre los 17 y los 46 años.

La segunda medida se dirigió a aumentar la movilidad de las unidades de combate, para lo cual se procuró alivianar el peso del equipo de los legionarios. La coraza maciza y rígida de bronce, fue sustituída por una conformada por pequeñas láminas de metal, a la que se designaba con el nombre de loriga.

A fines del siglo IV a.C., el soldado romano estaba provisto de un casco extendido para cubrir la nuca y los costados de la cara, un escudo curvado sostenido con el brazo izquierdo de aproximadamente 1 m. de alto, una lanza llamada pilo con forma de jabalina, de algo más de 1m50 de largo, que era arrojada previamente a trabar el combate cuerpo a cuerpo; y para éste, una espada o gladio (de donde proviene el término gladiator o gladiador), que normalmente portaba colgando de su cintura.

La mayor movilidad y adaptabilidad de las legiones a las necesidades del combate, se obtuvo principalmente por su subdivisión en unidades menores, los manipula o manípulos, y su organización para el combate en una configuración distinta de la tradicional.

Cada legión comprendió 30 manípulos, dispuestos en tres filas paralelas de diez manípulos cada una; de modo tal que los de la primera fila se formaban en forma cuadrada, integrados por los soldados más jóvenes y novatos, que constituían la categoría denominada astati; en tanto que las dos últimas se extendían a los lados en forma rectangular, y se componían de los soldados más veteranos, de las categorías de los princeps y los triari.

Cada unidad de manipulos se colocaba en el campo de batalla dejando un pequeño espacio entre ellos; pero esos espacios quedaban cubiertos por los manípulos de las filas posteriores, que de ser necesario podían avanzar por esos espacios para detener a los enemigos que pudieran estar desbordando la primera línea de defensa de la legión.

La nueva organización manipular otorgó a la legión romana una movilidad muy superior, que tanto le permitía agruparse en una unidad compacta en la misma forma de la legión antigua, como desplegarse sobre el terreno aunque manteniéndose igualmente como una unidad de combate; lo cual, evidentemente, aumentó su capacidad de maniobra en todo tipo de terrenos, no solamente en las planicies.

A la reforma de las unidades de infantería, se agregó un aumento de la importancia de las unidades de caballería, a quienes los romanos designaban como velites(veloces).

Dentro de la nueva estructura manipular, la caballería no solamente podía actuar en la forma tradicional cubriendo las alas de la legión, sino insertarse en ella a través de los corredores que formaban las filas de manípulos, hacia los puntos en que podían intervenir más eficazmente en el combate.

A ello agregó la incorporación de diversos tipos de máquinas de guerra, especialmente aplicables a las situaciones de ataque a fortificaciones; en buena medida originarias de los griegos del sur de Italia, y algunas de origen aún más remoto.

Las torres rodantes tenían origen asirio, y permitían aproximarse a las murallas llevando a los soldados en su parte superior, para combatir a los defensores de las fortificaciones.

Las funciones equivalentes a la artillería, eran cumplidas mediante las ballestas y las catapultas. Las primeras eran versiones pesadas del arco, constituídas por un elemento elástico fuertemente tensado, que al ser liberado impulsaba grandes dardos, frecuentemente con sus puntas encendidas para incendiar el interior de los fortines; colocado todo el artefacto sobre una plataforma sobre ruedas.

Las catapultas funcionaban también en base a un gran brazo elástico fuertemente tensado por una soga enrollada en una polea y dotado de un mecanismo de liberación, que afirmado en su base giraba hacia arriba despidiendo piedras desde una especie de cazoleta o cuchara colocada en el otro extremo.

Estos instrumentos solían tener un alcance cercano a los 500 mts., con lo que resultaban sumamente eficaces en el combate, sobre todo contra ejércitos mucho más primitivos, como los de algunos de los pueblos con que combatieron los romanos.

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El ejército ciudadano

Al contrario de lo que ocurría en la época de los siglos V y IV a.C. en algunas civilizaciones más antiguas, que acudían a ejércitos de mercenarios generalmente extranjeros, los ejércitos romanos se caracterizaron por ser ejércitos integrados por soldados que eran a la vez ciudadanos, y que por consiguiente estaban animados de una concepción patriótica.

Los habitantes de Roma que gozaban del derecho de ciudadanía, tenían obligación de cumplir un servicio militar hasta la edad de 46 años; lo cual, dadas las espectativas de vida en esas épocas, constituía una edad bastante avanzada. El tiempo de servicio era de diez años en la caballería y de dieciséis en la infantería; aunque de ser necesario, esos plazos podían ser extendidos.

Los legionarios debían solventar su equipo, de manera que como regla general los que estaban en condiciones de equiparse para servir en la caballería eran los dotados de mayor fortuna. Por el mismo motivo, los que no estaban en condiciones económicas de proveerse del equipo militar, eran eximidos del servicio militar; situación que cambió cuando el Estado romano dispuso de una flota de mar, y éstos fueron destinados para formar sus tripulaciones.

Para hacer la carrera política y ocupar las magistraturas del Estado, el ciudadano debía haber cumplido previamente sus obligaciones de servicio militar.

La convocatoria a integrar el ejército se realizaba de acuerdo a las circunstancias, mediante el reclutamiento o leva; pero dadas las frecuentes guerras defensivas o expansivas de Roma, el servicio militar era muy frecuente. La incorporación a las legiones, significaba necesariamente para muchos el abandono de sus actividades productivas, especialmente las agrícolas que eran las predominantes en la República romana; y con ello, sufrir importantes perjuicios económicos. Lo cual ocurría así, a pesar de que por lo general se trataba de campañas militares de corta duración, incluso por razones climáticas.

Por tal motivo, hacia la época de la guerra de Veyes, la necesidad de obtener legionarios llevó a que el Estado estableciera una compensación económica o sueldo para quienes cumplían el servicio militar.

En consecuencia, un elemento fundamental del funcionamiento de los ejércitos romanos estuvo constituído por la disponibilidad del botín de guerra; o sea de los bienes y propiedades tomados a los vencidos.

Naturalmente, los primeros componentes del botín de guerra estaban constituídos por los bienes valiosos existentes en las tierras conquistadas, especialmente en las ciudades. En principio, además, los habitantes de los territorios conquistados eran convertidos en esclavos, que pasaban a ser propiedad de los jefes y otros integrantes del ejército.

Oficialmente, las tierras conquistadas pasaban a ser patrimonio del Estado romano; pero se entregaban a los patricios, y frecuentemente en gran medida a los principales generales, en calidad de ocupación rentada; a menudo a precios muy bajos. Los pobladores, que en muchos casos las habían cultivado como campesinos, continuaban haciéndolo en calidad de esclavos.

Cuando las actividades militares de Roma se expandieron, y se levantaron enormes ejércitos que fueron comandados por generales famosos y se conquistaron territorios de civilizaciones más antiguas y ricas, las riquezas que conformaban el botín de guerra pasaban a disposición de los generales; los cuales hacían importantes obsequios a sus mandos subordinados y a los soldados más fieles y leales.

Esto, naturalmente, cambió el centro de las lealtades militares; haciendo que paulatinamente las legiones dejaran de prestar su lealtad al Estado romano para prestarla principalmente a sus líderes, con lo cual éstos adquirieron de hecho un poder personal que prontamente utilizaron para imponerse políticamente por encima de los órganos políticos del Estado.

Oficialmente, cuando los ejércitos romanos salían en campaña de guerra, eran comandados por los magistrados, los cónsules; quienes eran funcionarios electivos, cuyos mandatos duraban un año. Por lo tanto, no estaban en condiciones de liderar eficazmente una fuerza armada, ni tenían por lo general formación y habilidades como militares.

Esta situación determinó que los Cónsules que obraban como comandantes supremos designaran lugartenientes, a quienes se denominaba legados, y que se escogían en base a su capacidad militar y ascendiente disciplinario sobre los soldados.

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La profesionalización del ejército romano

Las campañas que inicialmente habían sido breves y que por lo tanto pudieron ser atendidas por un ejército ciudadano prontamente licenciado, con el tiempo y la expansión de Roma se hicieron más extensas y complejas desde el punto de vista militar.

Por lo tanto, fue necesario profesionalizar el ejército, creando un cuerpo de oficiales que ejercieran el mando intermedio, a los cuales se designó como los centuriones, debido a que tenían a su mando las centurias. A razón de 60 en cada legión, los centuriones estaban subordinados a los tribunos militares, que eran 6 en cada legión, y eran electos por los ciudadanos de Roma.

Se conformaba de esta manera un verdadero escalafón de oficiales y jefes, integrado por los legados, los tribunos militares y los centuriones; aunque todos ellos eran comandados por los Cónsules, que no eran militares de carrera pero debido a que por lo general habían prestado servicio militar antes de alcanzar sus cargos, en algunos casos evidenciaron notable talento militar.

Por otra parte, fue hacióndose cada vez más frecuente que al término del mandato anual de un Cónsul que se encontraba al frente de los ejércitos en campaña, el Senado resolviera prorrogarle el mandato por un año más. Surgió así la figura del Procónsul, que con el correr de los años se convirtió en un líder político a la vez que militar; cuya creciente influencia emanada de la fidelidad personal que le prestaban sus legiones, tuvo una muy importante incidencia en el desenvolvimiento de los sucesos que condujeron de la República al Imperio Romano.

La relación disciplinaria se basaba en un juramento personal prestado por cada soldado hacia el general de su legión, el sacramentum, y que imponía al soldado una obediencia absoluta. Las sanciones por las faltas a la disciplina podían consistir en la privación del sueldo, la pena de azotes, e incluso la pena de muerte. Las manifestaciones de indisciplina colectiva, eran sancionadas con el diezmo, castigo que consistía en dar muerte a la décima parte de la legión.

La cohesión y el espíritu de cuerpo de las legiones, era estimulado primeramente mediante un sistema de símbolos, consistente en insignias distintivas de cada legión, de las cuales sus integrantes sentían especial orgullo. Los símbolos se colocaban sobre una lanza o pica colocada verticalmente, siendo objetos representativos de los valores a los que se rendía devoción, y que culminaban en una figura de un animal al que se asignaban también valores afines a la valentía militar, como el jabalí, el lobo o el caballo y preferentemente el águila.

Los méritos militares resultantes del combate, eran exaltados mediante la entrega de objetos simbólicos, como coronas de laurel, en actos públicos de homenaje, que hacían las veces de condecoraciones.

Los grandes triunfos militares eran celebrados mediante actos multitudinarios, en que las legiones,encabezadas por sus generales victoriosos, entraban y desfilaban en Roma frente a grandes cantidades de sus habitantes.

Las ceremonias de celebración de las grandes conquistas y éxitos militares se distinguían en el gran triunfo y el pequeño triunfo, lo cual era discernido por el Senado.

El gran triunfo se discernía a los generales que habían cumplido hazañas militares especialmente excepcionales. El general era recibido al frente de sus legiones en las puertas de Roma por el conjunto de los Senadores encabezando una gran multitud de ciudadanos. Ingresaba a la ciudad para recibir homenajes del nivel reservado para los dioses; montado sobre un carro de triunfo tirado por una cuadriga de caballos blancos, llevando en su cabeza una corona de laureles. Los guerreros vencidos avanzaban encadenados, delante del carro, flanqueados por legionarios que portaban las riquezas conquistadas; y detrás del carro el resto de los legionarios portaban ramas de laurel. Llegados al Capitolio, el general triunfador ingresaba al templo de Júpiter y se ofrecían al dios sacrificios, dejándole como ofrenda parte de las riquezas obtenidas como botín de guerra.

La ceremonia del pequeño triunfo era bastante más modesta; el triunfador entraba en la ciudad caminando, y se dirigía al templo de Júpiter donde se sacrificaba una oveja.

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Historia de Roma


La conquista del Mediterráneo